jueves, 11 de agosto de 2011

NO HAY QUE SER JESÚS, SINO SER COMO ÉL

Érase una vez un enfermo mental que insistía en que era Jesucristo.
Ningún médico pudo convencerle de que se trataba de una ilusión, de que él era simplemente Félix Jiménez.
Un día el médico le dijo que extendiera los brazos y lo midió y también lo midió la cabeza a los pies.
El médico salió y regresó con un martillo y unos clavos. El enfermo empezó a sentir gran curiosidad y nerviosismo.
"Qué está haciendo?", le preguntó el enfermo.
"Usted es Jesucristo, no es cierto?". "Si, lo soy".
Entonces, mientras el médico hacía una cruz le dice, "Entonces usted debería saber lo que estoy haciendo".
"Espere, espere por favor, gritó el paciente, yo no soy Jesucristo. Yo soy Félix Jiménez". Hay aquí algún Félix Jiménez que cree ser Jesucristo? Que extienda las manos y lo mediremos.
Hay aquí alguien como Pedro que quiera caminar sobre las aguas del lago?
Todos, todos, estamos llamados a caminar al encuentro de Jesús. Todos, por lo tanto, llamados a caminar sobre las aguas.
Las aguas son el símbolo de las furias, la tormenta, las fuerzas del mal, la sed de venganza, la sed de la pasión que con sus regidos apagan la voz de Jesús que nos dice: Ven.
La llamada de Jesús es constante pero la tormenta en nuestra vida también es constante y por eso no oímos, no creemos, no caminamos con la fe hacia Jesús que nos llama y vivimos como náufragos. Estamos llamados a caminar hacia Jesús no a ser Jesucristo. Sí a dar la vida por Jesucristo y los hermanos.
Para caminar hacia Jesús hay que saber dónde encontrarle. Hay que aprender a escucharle.
Una vida y una hora en la iglesia para escuchar a Dios y sentirlo presente y vivo en su vida y en la asamblea litúrgica; para sentirlo vivo y presente en las pequeñas consas, en los acontecimientos cotidianos, en el silencio y en lo inesperado.

Evangelio del domingo 7 de agosto de 2011. Mateo 22-23.

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