martes, 23 de agosto de 2011

EL PODER DEL ESPIRITU SANTO

Cuentan que un domingo la madre de Goyo entró en su habitación y le gritó: "Goyo, es domingo. Es hora de levantarse. Es hora de ir a la iglesia."
Goyo, medio dormido y de mal humor, le contestó: "No tengo ganas de ir. Hoy me quedo en la cama".
"Qué es eso de que no quieres ir?, Vamos, date prisa", le volvió a gritar su madre.
"No quiero ir. No me gusta la gente que viene a la iglesia y, además, yo no les caigo nada bien".
"No digas tonterías, hijo. Déjame que te dé dos razones por las que tienes que ir. La primera es que ya tienes 40 años y la segunda, no lo olvides, es que tú eres el párroco".
Los apóstoles, a pesar del mandato dle Señor, "Vayan y prediquen el evangélio"..., tan pronto como se ven solos se esconden y encierran en el cenáculo. Son unos cobardes. Saben que no les caen nada bien sus compatriotas y saben que el mensaje de la Resurección, difícil de entender, va a ser rechazado por la gente.
Saben que predicar el Dios de Jesucristo a los que lo han crucificado es altamente peligroso.
Y los apóstoles de ayer como los de hoy ante el vértigo de la indiferencia y, a veces, de la hostilidad e incomprensión optamos por oculatarnos tras las sábanas de nuestros reductos.
Por eso hubo un Pentecostés. Por eso siempre es Pentecostés. Sin la presencia del Espíritu que entra en la habitación de nuestro corazón seguiríamos dormidos y la iglesia encerrada en su cenáculo y en sus sacristías.
Escribe San Hipólito: "Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos; Cristo permanece en el pasado; el evangélio es letra muerta; la iglesia, pura organización; la autoridad, tiranía; la misión, propaganda; el culto, mero recuerdo; el obrar cristiano, es moral de esclavos".
Sólo la presencia y poder del Espíritu Santo puede vivificar, dinamizar, liberar y divinizar todo el hacer eclesial y humano.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora
12 de Junio del 2011
Evangelio: Juan 20, 19-23

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