domingo, 31 de julio de 2011

EL PESO DE LA MISA

Hace muchos años, en la ciudad de Luxemburgo, un capitán conversaba con un carnicero cuando una señora mayor entró en la carnicería. Ella le explicó que necesitaba un poco de carne, pero que no tenía diero para pagarle.
Mientras tanto, el capitán escuchaba la conversación entre los dos, "O sea que quiere un poco de carne, pero cuánto me va a pagar?", le dijo el carnicero. La señora  le respondió: "No tengo dinero, pero iré a misa y rezaré por sus intenciones". El carnicero y el capitán eran buenas personas pero indiferentes a la religión y bromearon sobre la respuesta de la señora. "Vayan a misa por mí y cuando vuelva le daré tanta carne como pese la misa", le dijo el carnicero.
La mujer salió y fue a misa. Cuando el carnicero la vió entrar cogió un pedazo de papel y escribió "Ella fue a misa por ti", y lo puso en uno de los platos de balanza y en el otro colocó un pequeño hueso. Nada sucedió y cambió el hueso por un trozo de carne. El papel pesaba más.
Los dos hombres colocaron un gran pedazo de carne en uno de los platos de la balanza, pero el papel siguió pesando más. El carnicero revisó la balanza, pero todo estaba en perfecto estado. Fue tal la impresión que se llevó el carnicero que se convirtió y le prometió a la mujer que todos los días le daría carne sin costo alguno.
El capitán salió de la carnicería completamente transformado y se convirtió en  un fiel asistente a la misa diaria. Dos de sus hijos se harían más tarde sacerdotes. el capitán los educó de acuerdo a su propia experiencia de fe.
El P. Sebastián, que fue el que me lo contó, acabó diciéndome: "Yo soy uno de esos dos sacerdotes y el capitán era mi padre". La eucaristía que nosotros estamos celebrando aquí y ahora es la multiplicación del pan de la vida qeu Jesús hace para nosotros sus hijos hambrientos de felicidad y de vida eterna.
Jesús y sus promesas pesan más que todas nuestras posesiones. y este trocito de pan consagrado tiene más vitaminas que un solomillo para el que lo come con fe y con corazón limpio.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora, Santa Cruz de la Sierra-Bolivia.
Evangelio: Mateo 14, 13-21

domingo, 17 de julio de 2011

EL CRECER DEPENDE DE NOSOTROS

Un párroco le preguntó a un niño: "Sabes quién te hizo?". El niño pensó un momento y contestó: "Una parte de mi la hizo Dios".
"Qué significa eso de 'una parte'?" preguntó el párroco.
"Dios me hizo pequeño y el resto crecí yo solito".
Les cuento un sueño raro. En la plaza mayor de la ciudad habían abierto una nueva tienda. El rótulo decía: REGALO DE DIOS.
Un ángel atendía a los clientes.
"Qué es lo que vendes, ángel del Señor?" le pregunté.
"Vendo todos los dones de Dios".
"Cobras muy caro?"
"No, los dones de Dios son todos gratis",
Miré las estanterías, estaban llenas de ánforas de amor, frascos de fe, cajas de salvación y muchas cosas más.
Yo tenía gran necesidad de todas esas cosas. Cobré valor y le dije al ángel: "Dame, por favor, bastante amor de Dios, dame perdón de Dios, una bolsa de esperanza, un fracaso de fe y una caja de salvación".
Todo lo que había pedido me fue servido en una cajita diminuta.
Sorprendido, le pregunté: "Está todo ahí?"
El ángel me explicó: "Ahí está todo. Dios no da nunca frutos maduros. Él sólo da pequeñas semillas de cada cual tiene la obligación de cultivar".
Dios siembra su semilla y es buena. Dios hace una parte de cada uno de nosotros. Y es buena. El misterio de crecer es nuestra tarea, nuestra responsabilidad y nuestra libertad. Tarea, no de un día, no de una misa de domingo, no de consumo rápido. Tarea de toda la vida.
Crecer como creyente, crecer como hijo, de Dios, crecer como semilla buena, crecer como cristiano, es el trabajo que Dios quiere de todos nosotros. Y este trabajo no termina nunca. Termina el día de la gran cosecha.

Fuente: Parroquia María Auxiliadora. Evangelio Mateo 13, 24-43.